Domingo 31 de octubre de 2004. Esa fecha quedó grabada en la historia deportiva de Puerto Madryn, no por un título, ni por una hazaña, sino por un adiós.
Aquella noche se jugó el último partido de básquet en el legendario Palacio Aurinegro, un recinto que había sido el hogar de las mayores gestas deportivas de Deportivo Madryn y que cerraba sus puertas de la manera en que los grandes deben hacerlo: con un espectáculo a la altura de su gloria.
Ese año, Deportivo Madryn debutaba en la tan anhelada Liga Nacional A. Y aunque el equipo ya esperaba la inauguración de un nuevo estadio, los primeros cinco partidos de la temporada se disputaron en aquel viejo gimnasio, que había sido testigo de los triunfos más resonantes del básquet aurinegro.
Sobre su piso, brillaron jugadores y equipos que marcaron época en torneos como el TNA, la Liga B, y los campeonatos regionales y locales. Era justo, casi poético, que su despedida incluyera partidos de la Liga A, un sueño que durante años había impulsado a todo Madryn.
El Palacio Aurinegro había sido inaugurado en 1979, cuando el club, en una pausa competitiva en los torneos locales, se preparaba para volver con todo a los campeonatos de la Asociación de Básquet del Este del Chubut en 1981.
A partir de ese momento, comenzó a tejerse una historia rica en títulos y proezas. Arturo Posse, presidente del club entre 1975 y 1979, fue uno de los visionarios detrás de la construcción del gimnasio. Hasta entonces, el básquet de Madryn se jugaba al aire libre, primero en una cancha en la esquina de Roca y Gales, y luego en el patio de la iglesia del centro, donde estaba la cancha de Pucará.
Fue en ese estadio donde, en 1986, Madryn ganó la Liga C y ascendió a la Liga B, la segunda categoría del básquet argentino de la época, antes de que se transformara en el TNA y, más tarde, en la Liga Argentina. Pero el Palacio Aurinegro no fue solo la cuna de hazañas deportivas. También albergó conciertos memorables y peleas de boxeo históricas, como el primer título argentino en disputa en Puerto Madryn, a mediados de los 80, entre Jesús Romero y Osvaldo Maldonado.
Los últimos partidos de Madryn en el Palacio estuvieron llenos de simbolismo. Juan Manuel Iglesias, surgido de las inferiores del club, había sido el primer jugador de la ciudad en llegar a la máxima categoría del básquet argentino, con Estudiantes de Bahía Blanca.
En 2004, once años después de haber dejado el club, regresó para jugar uno de los últimos partidos del Palacio, vistiendo la camiseta de Estudiantes de Olavarría. Fue como un tributo del destino.
Pero la noche dorada llegó en un encuentro contra Peñarol de Mar del Plata. Madryn destrozó al gigante bonaerense con un apabullante 110-77, en lo que fue uno de los últimos grandes festejos en ese suelo sagrado.
La última función, sin embargo, no fue de gloria. River Plate llegó para clausurar el ciclo, y el resultado fue derrota. Hasta las paredes del viejo gimnasio parecían sentir la nostalgia y el dolor del cierre. Se despedía un lugar cargado de historia, que había sido más que un escenario deportivo: fue un hogar de sueños, esfuerzo y triunfos que jamás serán olvidados.
El Palacio Aurinegro cerró sus puertas, pero su leyenda sigue viva en cada rincón de la ciudad y en la memoria de quienes alguna vez pisaron su parqué o vistieron sus tribunas.